http://www.autorescatolicos.org/miscelaneos/alfonsolopezquintastrestiposdelideres.htm
1. TRES TIPOS DE
LÍDERES
Autor: Padre
Alfonso López Quintás
Hay modos diversos de ejercer el
liderazgo. Todos son nobles y fecundos, pero presentan rangos distintos según
el grado de compromiso que implican, la preparación que exigen, el nivel de
planteamiento que suponen. Agrupémoslos en tres niveles de rango ascendente.
1. Liderazgo de nivel 1. Todos podemos y debemos ser líderes en el
sentido de guiar a otros en un momento determinado, ofreciéndoles con el
ejemplo una ruta fecunda a seguir. Si un profesor es fiel a sus obligaciones,
se comporta de modo cordial y crea en la clase un clima de encuentro, está
invitando a los alumnos con su conducta a acercarse al área de irradiación de
diversos valores. Los guía hacia ellos de modo certero. Actúa como un verdadero
líder. Para llevar a cabo esta tarea no necesita poseer un conocimiento
profundo de la vida humana; le basta tener una sensibilidad fina para los
valores y estar dispuesto a realizarlos en su vida.
2. Liderazgo de nivel 2. Esta forma de liderazgo cobra un valor más
alto si, además de ofrecer a otras personas la luz que irradia el buen ejemplo,
sabemos dar razón cumplida de la conveniencia de tomar tal dirección. Un amigo
que se ve desorientado por haberse dejado arrastrar por un vértigo te pide
consejo. No convive contigo y no puedes animarle con tu comportamiento a vivir
de modo ordenado, abierto a la felicidad que otorga el encuentro y no fascinado
por la euforia que produce el vértigo. Aleccionado por tu propia experiencia,
le aconsejas que busque la felicidad por los caminos del éxtasis, no por los
del vértigo, que lo llevarán a situaciones de total desvalimiento. El consejo
es óptimo, pero debes pensar que en muchos casos cae en vacío. En primer lugar,
el adicto sospecha que se halla al borde del abismo, pero no sabe precisar lo
que le pasa por desconocer la articulación interna del proceso de vértigo que
lo está succionando. Tu consejo le suena a algo consabido e inútil, porque no
le abre posibilidad alguna de volver atrás y poner su vida en orden. No se ve
con fuerzas para rehacer el camino y no logra comprender por qué, habiéndolo
iniciado con tanta ilusión, se halla ahora en total desamparo.
Pero suponte que sabes bien de
dónde arrancan los procesos de vértigo y cuáles son sus distintas fases, y
adviertes que esa persona se halla en la fase penúltima, la de la
desesperación, en la que se ve incapaz de llevar una vida auténticamente
personal ya que, al adoptar una actitud básica de egoísmo, anuló de raíz toda
posibilidad de encuentro. Entonces verás claramente que la única solución
posible para tu amigo es cambiar la actitud egoísta por la actitud de
generosidad, lo que equivale a sustituir el ideal de servirse de los demás por
el ideal de servir a los demás. Este cambio no le es fácil realizarlo, sobre
todo en el ambiente que le llevó a la adicción patológica que sufre. De ahí la
necesidad de cambiar de ambiente, salir del entorno que le inspira la actitud
egoísta de buscar gratificaciones a cualquier precio e insertarse en otro donde
sienta el influjo benéfico del ideal de la generosidad. No pocos drogadictos me
confesaron que se hallaban en una situación límite, sin esperanza alguna de
recuperarse, cuando una mano amiga los llevó a un centro de rehabilitación.
Desde el principio notaron un cambio en su interior: «Aquí dentro -me decían-
tenemos otra "filosofía": nos ayudamos unos a otros y no paramos
hasta levantar el ánimo de quien se halle bajo de moral. Fuera, nadie ayuda a
nadie”. El contraste entre los términos “fuera” y “dentro” es en estos centros
dramático, pues tales términos aluden a lugares donde reinan dos ideales
antagónicos: el ideal de la reclusión egoísta en sí mismo y el ideal de la
unidad con los demás.
La forma adecuada de ayudar a un
adicto no es urgirle a que se aleje de lo que le arrastra, pues su problema
consiste en que no tiene libertad interior para realizar ese acto de despego.
Lo único eficaz es ir al origen de su adicción y procurar que cambie de ideal y
de actitud básica ante la vida.
3. Liderazgo de nivel 3. El que posee un conocimiento preciso de
las distintas fases de los procesos de éxtasis y de vértigo y se lo transmite a
otras personas realiza una labor de líder todavía más valiosa. Se trata de un
liderazgo en primer lugar intelectual, pues pone empeño en aclarar las ideas.
Ya sabemos que la corrupción de las costumbres suele comenzar por la corrupción
de la mente y los conceptos. Ello explica el empeño de este tipo de líder en
clarificar los conceptos básicos y subrayar la afinidad o la oposición que
pueda haber entre ellos (15).
Al descubrir el inmenso contraste
que existe entre la desolación espiritual que produce el proceso de vértigo y
el estado de felicidad a que nos conduce el proceso de encuentro -o de
“éxtasis”-, el líder pone todo el corazón en la labor de magisterio que realiza
y mueve las voluntades a tomar medidas. Ejerce con ello un liderazgo de la
voluntad.
Cuando describe la marcha de
ambos procesos, destaca los sentimientos opuestos que éstos producen en nuestro
interior. Los sentimientos de euforia, tristeza, angustia y desesperación
provocados por el vértigo aparecen como un preludio de la destrucción final de
la personalidad. En cambio, los sentimientos de alegría, entusiasmo, felicidad,
paz, amparo interior y gozo festivo que suscita el proceso de éxtasis son los
heraldos de la construcción de la personalidad a través del encuentro. Hacer
ver que los distintos sentimientos son fuentes de luz para conocer cuál es
nuestra situación interior en cada momento es llevar a cabo un liderazgo del
sentimiento.
Si queremos ejercer esta triple
forma de liderazgo de modo eficaz debemos crear equipos de trabajo y preparar
debidamente a sus miembros para desempeñar el papel de mediadores o
transmisores.
La realización de esta decisiva
tarea exige dos habilidades básicas:
1ª) Saber elegir las personas
idóneas y formarlas adecuadamente para que constituyan un equipo de
colaboradores.
2ª) Poseer destreza en el arte de comunicar ideas,
suscitar sentimientos y movilizar voluntades.
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15. Tal clarificación es una de
las tareas fundamentales de la Escuela de Pensamiento y Creatividad, proyecto
educativo que estoy promoviendo desde 1987 en España e Iberoamérica mediante
toda suerte de materiales. Entre ellos destacan, a este respecto, las obras
siguientes: El libro de los valores, Planeta, Barcelona 82001; Inteligencia
creativa. El descubrimiento personal de los valores, BAC, Madrid 21999 (véanse,
especialmente, las páginas 463-467); El arte de pensar con rigor y vivir de
forma creativa, doce vídeos.
http://www.pensamientocritico.org/alflop0404.htm
Alfonso López
Quintás: La manipulación del hombre a través del lenguaje [1]
http://www.hottopos.com/harvard3/alfonso.htm
lquintas@filos.ucm.es
VÉRTIGO Y ÉXTASIS (Extracto)
El vértigo es un proceso
espiritual que comienza con la adopción de una actitud egoísta. Si soy egoísta
en la vida, tiendo a considerarme como el centro del universo y a tomar cuanto
me rodea como medio para mis fines. Cuando me encuentre con una realidad -por
ejemplo, una persona- que me atrae porque puede saciar mis apetencias, me
dejaré fascinar por ella. Dejarse fascinar por una persona significa dejarse
arrastrar por la voluntad de dominarla para ponerla a mi servicio. Cuando estoy
en camino de dominar aquello que enardece mis instintos, siento euforia,
exaltación interior. Me parece que voy a adquirir una rápida y conmovedora
plenitud personal. Pero esa conmoción eufórica degenera inmediatamente en
decepción, porque, al tomar una realidad como objeto de dominio, no puedo
encontrarme con ella, y no me desarrollo como persona. Recordemos que el hombre
es un ser que se constituye y desarrolla a través del encuentro. Esa decepción
profunda me produce tristeza. La tristeza acompaña siempre a la conciencia de
no estar en camino de desarrollo como persona. Esa tristeza, cuando se repite
una y otra vez, se hace envolvente, asfixiante, angustiosa. Me veo vaciado de
cuanto necesito para ser plenamente hombre. Al asomarme a ese vacío, siento
vértigo espiritual, angustia.
Si el sentimiento de angustia es
irreversible porque no soy capaz de cambiar mi actitud básica de egoísmo, la
angustia da lugar a la desesperación: la conciencia lúcida y amarga de que
tengo todas las salidas cerradas hacia mi realización personal.
Un joven estudiante se esforzó un
día en convencer a una amiga drogadicta de que se estaba destruyendo. Ésta le
interrumpió y le dijo con desaliento: "No te canses. Sé perfectamente que
estoy bordeando el abismo. Lo que pasa es que no puedo volver atrás, que es
bien distinto". Esta conciencia de no tener salida es la desesperación.
La desesperación lleva
rápidamente a la destrucción, la propia o la ajena, la física o la moral.
(Digamos entre paréntesis que
este proceso se refiere a quienes en perfecto estado de salud se entregan al
afán de poseer lo que encandila las propias apetencias, no a quienes sufren
algún tipo de depresión por causas fisiológicas.)
Sobrevolemos lo dicho. El vértigo
no te exige nada al principio, te lo promete todo y te lo quita todo al final.
El vértigo te llena de ilusiones y acaba convirtiéndose en un iluso.
Veamos ahora el proceso opuesto:
el de éxtasis o creatividad. Si no soy egoísta, sino generoso, no reduzco
cuanto me rodea a medio para mis fines. Yo soy un centro de iniciativa, pero tú
también. Por eso te respeto en lo que eres y en lo que estas llamado a ser.
Este respeto me lleva a colaborar contigo, no a dominarte. Colaborar es
entreverar mis posibilidades con las tuyas. Y este entreveramiento es el
encuentro. Al encontrarme, me desarrollo como persona y siento alegría. Esta
alegría, en su grado máximo, se llama entusiasmo. A mí me entusiasma
encontrarme con realidades que me ofrecen tantas posibilidades de actuar
creativamente que me elevan a lo mejor de mí mismo. Esa elevación es el
éxtasis. Cuando me siento cercano a la realización de mi vocación más profunda,
experimento una gran felicidad interior Esta felicidad me lleva a la
edificación de mi personalidad, de la
mía y de la de quienes se han encontrado conmigo. He aquí un dato decisivo: El
proceso de éxtasis o encuentro crea vida de comunidad. El proceso de vértigo la
destruye.El éxtasis es un proceso espiritual que al principio te lo exige todo,
te lo promete todo y te lo da todo al final. ¿Qué es lo que exige al principio?
Generosidad. No encontrarás ni una sola acción que sea creativa en deporte, en
vida de relación, en vida estética o religiosa que no lleve en su base alguna
dosis de generosidad. Si eres egoísta en la práctica del deporte, reducirás tu
juego a mera competición, que es una de las formas del vértigo de la ambición.
Tomarás a los compañeros de juego como medios para tus fines. No fundarás
unidad sino disensión, y engendrarás violencia.
Están a la vista las consecuencias del vértigo y el éxtasis:
•El vértigo anula poco a poco la
creatividad humana -porque imposibilita el encuentro, y toda forma de
creatividad se da en el hombre a través de la fundación de modos diversos de
encuentro-, amengua al máximo la sensibilidad para los grandes valores, hace
imposible la fundación de modos elevados de unidad.
•El éxtasis, por el contrario,
incrementa la creatividad, la sensibilidad para los grandes valores, la
capacidad do unirse de forma sólida y fecunda con las realidades del entorno.
Ahora podemos responder
lúcidamente a la pregunta que dejamos antes pendiente. Decíamos que el tirano
domina a los pueblos reduciendo las comunidades a meras masas. Lo hace
amenguando la capacidad creadora de cada
una de las personas que constituyen tales comunidades. Este empobrecimiento de
las personas se consigue orientándolas hacia las diversas formas de vértigo no
hacia las de éxtasis. Para ello el demagogo manipulador confunde ambas formas
de experiencia, y dice a las gentes, sobre todo a los jóvenes: "Os concedo
todo tipo de libertades para realizar experiencias exaltantes de vértigo. Esa
exaltación es la verdadera forma de entusiasmo, y conduce a la felicidad y la
plenitud".
Si caemos en esta trampa artera,
no tenemos futuro como personas. Vértigo y éxtasis son polarmente opuestos en
su origen -que es la actitud de egoísmo, por una parte, y de generosidad, por
otra- y son diversos en sus fines: El vértigo tiende al ideal del dominio y el
disfrute; el éxtasis se orienta al ideal de la unidad y la solidaridad.
Confundir ambos tipos de experiencias significa proyectar el prestigio secular
de las experiencias que los griegos denominaban "éxtasis" -elevación
a lo mejor de uno mismo- sobre las experiencias de vértigo y dar una aparente
justificación a las prácticas que conducen al hombre a formas de exaltación
aniquiladora.
Nuestra voluntad de supervivencia
como seres personales nos lleva a preguntar si hay un antídoto contra la
confusión de vértigo y éxtasis. Por fortuna, lo hay, y se basa en la convicción
de que el ideal lo decide todo en nuestra vida. Somos seres dinámicos, debemos
configurar nuestra vida conforme a un ideal; tenemos libertad para tomar un
ideal u otro como meta de la existencia, impulso y sentido de nuestro obrar,
pero no podemos evitar que el ideal del egoísmo y el dominio nos exalte primero
y nos destruya al final, y que el ideal de la generosidad y la unidad nos exija
al principio un gran desprendimiento y nos dé al final la plenitud. El hecho de
orientar la vida hacia este ideal plenificante nos impulsa a elegir en cada
momento lo más adecuado a nuestro verdadero ser. Esta libertad interior nos
inmuniza en buena medida contra la manipulación.