sábado, 23 de mayo de 2020

TRES TIPOS DE LÍDERES

http://www.autorescatolicos.org/miscelaneos/alfonsolopezquintastrestiposdelideres.htm

1. TRES TIPOS DE LÍDERES

Autor: Padre Alfonso López Quintás

 

Hay modos diversos de ejercer el liderazgo. Todos son nobles y fecundos, pero presentan rangos distintos según el grado de compromiso que implican, la preparación que exigen, el nivel de planteamiento que suponen. Agrupémoslos en tres niveles de rango ascendente.

1. Liderazgo de nivel 1. Todos podemos y debemos ser líderes en el sentido de guiar a otros en un momento determinado, ofreciéndoles con el ejemplo una ruta fecunda a seguir. Si un profesor es fiel a sus obligaciones, se comporta de modo cordial y crea en la clase un clima de encuentro, está invitando a los alumnos con su conducta a acercarse al área de irradiación de diversos valores. Los guía hacia ellos de modo certero. Actúa como un verdadero líder. Para llevar a cabo esta tarea no necesita poseer un conocimiento profundo de la vida humana; le basta tener una sensibilidad fina para los valores y estar dispuesto a realizarlos en su vida.

2. Liderazgo de nivel 2. Esta forma de liderazgo cobra un valor más alto si, además de ofrecer a otras personas la luz que irradia el buen ejemplo, sabemos dar razón cumplida de la conveniencia de tomar tal dirección. Un amigo que se ve desorientado por haberse dejado arrastrar por un vértigo te pide consejo. No convive contigo y no puedes animarle con tu comportamiento a vivir de modo ordenado, abierto a la felicidad que otorga el encuentro y no fascinado por la euforia que produce el vértigo. Aleccionado por tu propia experiencia, le aconsejas que busque la felicidad por los caminos del éxtasis, no por los del vértigo, que lo llevarán a situaciones de total desvalimiento. El consejo es óptimo, pero debes pensar que en muchos casos cae en vacío. En primer lugar, el adicto sospecha que se halla al borde del abismo, pero no sabe precisar lo que le pasa por desconocer la articulación interna del proceso de vértigo que lo está succionando. Tu consejo le suena a algo consabido e inútil, porque no le abre posibilidad alguna de volver atrás y poner su vida en orden. No se ve con fuerzas para rehacer el camino y no logra comprender por qué, habiéndolo iniciado con tanta ilusión, se halla ahora en total desamparo.

Pero suponte que sabes bien de dónde arrancan los procesos de vértigo y cuáles son sus distintas fases, y adviertes que esa persona se halla en la fase penúltima, la de la desesperación, en la que se ve incapaz de llevar una vida auténticamente personal ya que, al adoptar una actitud básica de egoísmo, anuló de raíz toda posibilidad de encuentro. Entonces verás claramente que la única solución posible para tu amigo es cambiar la actitud egoísta por la actitud de generosidad, lo que equivale a sustituir el ideal de servirse de los demás por el ideal de servir a los demás. Este cambio no le es fácil realizarlo, sobre todo en el ambiente que le llevó a la adicción patológica que sufre. De ahí la necesidad de cambiar de ambiente, salir del entorno que le inspira la actitud egoísta de buscar gratificaciones a cualquier precio e insertarse en otro donde sienta el influjo benéfico del ideal de la generosidad. No pocos drogadictos me confesaron que se hallaban en una situación límite, sin esperanza alguna de recuperarse, cuando una mano amiga los llevó a un centro de rehabilitación. Desde el principio notaron un cambio en su interior: «Aquí dentro -me decían- tenemos otra "filosofía": nos ayudamos unos a otros y no paramos hasta levantar el ánimo de quien se halle bajo de moral. Fuera, nadie ayuda a nadie”. El contraste entre los términos “fuera” y “dentro” es en estos centros dramático, pues tales términos aluden a lugares donde reinan dos ideales antagónicos: el ideal de la reclusión egoísta en sí mismo y el ideal de la unidad con los demás.

La forma adecuada de ayudar a un adicto no es urgirle a que se aleje de lo que le arrastra, pues su problema consiste en que no tiene libertad interior para realizar ese acto de despego. Lo único eficaz es ir al origen de su adicción y procurar que cambie de ideal y de actitud básica ante la vida.

3. Liderazgo de nivel 3. El que posee un conocimiento preciso de las distintas fases de los procesos de éxtasis y de vértigo y se lo transmite a otras personas realiza una labor de líder todavía más valiosa. Se trata de un liderazgo en primer lugar intelectual, pues pone empeño en aclarar las ideas. Ya sabemos que la corrupción de las costumbres suele comenzar por la corrupción de la mente y los conceptos. Ello explica el empeño de este tipo de líder en clarificar los conceptos básicos y subrayar la afinidad o la oposición que pueda haber entre ellos (15).

Al descubrir el inmenso contraste que existe entre la desolación espiritual que produce el proceso de vértigo y el estado de felicidad a que nos conduce el proceso de encuentro -o de “éxtasis”-, el líder pone todo el corazón en la labor de magisterio que realiza y mueve las voluntades a tomar medidas. Ejerce con ello un liderazgo de la voluntad.

Cuando describe la marcha de ambos procesos, destaca los sentimientos opuestos que éstos producen en nuestro interior. Los sentimientos de euforia, tristeza, angustia y desesperación provocados por el vértigo aparecen como un preludio de la destrucción final de la personalidad. En cambio, los sentimientos de alegría, entusiasmo, felicidad, paz, amparo interior y gozo festivo que suscita el proceso de éxtasis son los heraldos de la construcción de la personalidad a través del encuentro. Hacer ver que los distintos sentimientos son fuentes de luz para conocer cuál es nuestra situación interior en cada momento es llevar a cabo un liderazgo del sentimiento.

Si queremos ejercer esta triple forma de liderazgo de modo eficaz debemos crear equipos de trabajo y preparar debidamente a sus miembros para desempeñar el papel de mediadores o transmisores.

La realización de esta decisiva tarea exige dos habilidades básicas:

1ª) Saber elegir las personas idóneas y formarlas adecuadamente para que constituyan un equipo de colaboradores.

2ª) Poseer destreza en el arte de comunicar ideas, suscitar sentimientos y movilizar voluntades.

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15. Tal clarificación es una de las tareas fundamentales de la Escuela de Pensamiento y Creatividad, proyecto educativo que estoy promoviendo desde 1987 en España e Iberoamérica mediante toda suerte de materiales. Entre ellos destacan, a este respecto, las obras siguientes: El libro de los valores, Planeta, Barcelona 82001; Inteligencia creativa. El descubrimiento personal de los valores, BAC, Madrid 21999 (véanse, especialmente, las páginas 463-467); El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa, doce vídeos.

 

 

 

 

 

 

 

 

http://www.pensamientocritico.org/alflop0404.htm

Alfonso López Quintás: La manipulación del hombre a través del lenguaje [1]

http://www.hottopos.com/harvard3/alfonso.htm

lquintas@filos.ucm.es

 

VÉRTIGO Y ÉXTASIS (Extracto)

El vértigo es un proceso espiritual que comienza con la adopción de una actitud egoísta. Si soy egoísta en la vida, tiendo a considerarme como el centro del universo y a tomar cuanto me rodea como medio para mis fines. Cuando me encuentre con una realidad -por ejemplo, una persona- que me atrae porque puede saciar mis apetencias, me dejaré fascinar por ella. Dejarse fascinar por una persona significa dejarse arrastrar por la voluntad de dominarla para ponerla a mi servicio. Cuando estoy en camino de dominar aquello que enardece mis instintos, siento euforia, exaltación interior. Me parece que voy a adquirir una rápida y conmovedora plenitud personal. Pero esa conmoción eufórica degenera inmediatamente en decepción, porque, al tomar una realidad como objeto de dominio, no puedo encontrarme con ella, y no me desarrollo como persona. Recordemos que el hombre es un ser que se constituye y desarrolla a través del encuentro. Esa decepción profunda me produce tristeza. La tristeza acompaña siempre a la conciencia de no estar en camino de desarrollo como persona. Esa tristeza, cuando se repite una y otra vez, se hace envolvente, asfixiante, angustiosa. Me veo vaciado de cuanto necesito para ser plenamente hombre. Al asomarme a ese vacío, siento vértigo espiritual, angustia.

Si el sentimiento de angustia es irreversible porque no soy capaz de cambiar mi actitud básica de egoísmo, la angustia da lugar a la desesperación: la conciencia lúcida y amarga de que tengo todas las salidas cerradas hacia mi realización personal.

Un joven estudiante se esforzó un día en convencer a una amiga drogadicta de que se estaba destruyendo. Ésta le interrumpió y le dijo con desaliento: "No te canses. Sé perfectamente que estoy bordeando el abismo. Lo que pasa es que no puedo volver atrás, que es bien distinto". Esta conciencia de no tener salida es la desesperación.

La desesperación lleva rápidamente a la destrucción, la propia o la ajena, la física o la moral.

(Digamos entre paréntesis que este proceso se refiere a quienes en perfecto estado de salud se entregan al afán de poseer lo que encandila las propias apetencias, no a quienes sufren algún tipo de depresión por causas fisiológicas.)

Sobrevolemos lo dicho. El vértigo no te exige nada al principio, te lo promete todo y te lo quita todo al final. El vértigo te llena de ilusiones y acaba convirtiéndose en un iluso.

Veamos ahora el proceso opuesto: el de éxtasis o creatividad. Si no soy egoísta, sino generoso, no reduzco cuanto me rodea a medio para mis fines. Yo soy un centro de iniciativa, pero tú también. Por eso te respeto en lo que eres y en lo que estas llamado a ser. Este respeto me lleva a colaborar contigo, no a dominarte. Colaborar es entreverar mis posibilidades con las tuyas. Y este entreveramiento es el encuentro. Al encontrarme, me desarrollo como persona y siento alegría. Esta alegría, en su grado máximo, se llama entusiasmo. A mí me entusiasma encontrarme con realidades que me ofrecen tantas posibilidades de actuar creativamente que me elevan a lo mejor de mí mismo. Esa elevación es el éxtasis. Cuando me siento cercano a la realización de mi vocación más profunda, experimento una gran felicidad interior Esta felicidad me lleva a la edificación  de mi personalidad, de la mía y de la de quienes se han encontrado conmigo. He aquí un dato decisivo: El proceso de éxtasis o encuentro crea vida de comunidad. El proceso de vértigo la destruye.El éxtasis es un proceso espiritual que al principio te lo exige todo, te lo promete todo y te lo da todo al final. ¿Qué es lo que exige al principio? Generosidad. No encontrarás ni una sola acción que sea creativa en deporte, en vida de relación, en vida estética o religiosa que no lleve en su base alguna dosis de generosidad. Si eres egoísta en la práctica del deporte, reducirás tu juego a mera competición, que es una de las formas del vértigo de la ambición. Tomarás a los compañeros de juego como medios para tus fines. No fundarás unidad sino disensión, y engendrarás violencia.

Están a la vista las consecuencias del vértigo y el éxtasis:

•El vértigo anula poco a poco la creatividad humana -porque imposibilita el encuentro, y toda forma de creatividad se da en el hombre a través de la fundación de modos diversos de encuentro-, amengua al máximo la sensibilidad para los grandes valores, hace imposible la fundación de modos elevados de unidad.

•El éxtasis, por el contrario, incrementa la creatividad, la sensibilidad para los grandes valores, la capacidad do unirse de forma sólida y fecunda con las realidades del entorno.

Ahora podemos responder lúcidamente a la pregunta que dejamos antes pendiente. Decíamos que el tirano domina a los pueblos reduciendo las comunidades a meras masas. Lo hace amenguando la capacidad creadora de  cada una de las personas que constituyen tales comunidades. Este empobrecimiento de las personas se consigue orientándolas hacia las diversas formas de vértigo no hacia las de éxtasis. Para ello el demagogo manipulador confunde ambas formas de experiencia, y dice a las gentes, sobre todo a los jóvenes: "Os concedo todo tipo de libertades para realizar experiencias exaltantes de vértigo. Esa exaltación es la verdadera forma de entusiasmo, y conduce a la felicidad y la plenitud".

Si caemos en esta trampa artera, no tenemos futuro como personas. Vértigo y éxtasis son polarmente opuestos en su origen -que es la actitud de egoísmo, por una parte, y de generosidad, por otra- y son diversos en sus fines: El vértigo tiende al ideal del dominio y el disfrute; el éxtasis se orienta al ideal de la unidad y la solidaridad. Confundir ambos tipos de experiencias significa proyectar el prestigio secular de las experiencias que los griegos denominaban "éxtasis" -elevación a lo mejor de uno mismo- sobre las experiencias de vértigo y dar una aparente justificación a las prácticas que conducen al hombre a formas de exaltación aniquiladora.

Nuestra voluntad de supervivencia como seres personales nos lleva a preguntar si hay un antídoto contra la confusión de vértigo y éxtasis. Por fortuna, lo hay, y se basa en la convicción de que el ideal lo decide todo en nuestra vida. Somos seres dinámicos, debemos configurar nuestra vida conforme a un ideal; tenemos libertad para tomar un ideal u otro como meta de la existencia, impulso y sentido de nuestro obrar, pero no podemos evitar que el ideal del egoísmo y el dominio nos exalte primero y nos destruya al final, y que el ideal de la generosidad y la unidad nos exija al principio un gran desprendimiento y nos dé al final la plenitud. El hecho de orientar la vida hacia este ideal plenificante nos impulsa a elegir en cada momento lo más adecuado a nuestro verdadero ser. Esta libertad interior nos inmuniza en buena medida contra la manipulación.