CONFUSIONES QUE DESORIENTAN LA VIDA INTELECTUAL
Autora: Lilian Arellano Rodríguez.
Del sitio educadesdelaciencia.blogspot.com
El hombre actual corre entre las
cosas; sin tener tiempo para detenerse ante ellas ni ante nadie; tampoco ante
sí mismo. Ad-mirar la perfección de un ser, requiere de un espíritu en paz,
capaz de amar, esto es, capaz de ir al encuentro de una realidad y acogerla sin
otro propósito que gozar de su presencia, del despliegue de su ser. Amar, entender, requieren de un ser capaz de
dar de sí mismo, dedicarse a… y no ser un mero y compulsivo usuario de
realidades que, sólo desea dominarlas, para sacar provecho, poder. Se supone que quienes se al saber, en
cualquiera de sus formas, son personas amantes del universo que, por ese mismo
amor, desean descubrirlo para cooperar con su cultivo. Pero, desgraciadamente, no es así. El hombre hace proyectos y ellos son
reducidos a intereses utilitarios: dinero, poder social, político, económico,
sexual...; en fin, poder. El afán de
poder es simbolizado con el signo dinero: Se apoyan sólo las investigaciones
por las que entran divisas; se valoran las profesionales por el estatus
económico social al que dan acceso; los artistas popularizan el arte para
hacerlo vendible, los medios de comunicación vulgarizan el lenguaje, los
programas académicos exigen bibliografía sólo de los últimos años y no para
estar actualizados respecto de los avances sino porque se rebajan sus
contenidos a generalidades o datos del momento; por lo tanto, rápidamente
cambiables; lo esencial y fundamental es dejado de lado, por lo cual ya no
interesa el saber de los principios; las relaciones afectivas se saben
superficiales e inseguras, por lo que se evitan los compromisos y los “para
siempre”, se cambian por los “hasta que dure”…
Toda esta situación, surge de tres desviaciones que corroen la vida del
intelectual: positivismo, historicismo y pragmatismo.
POSITIVISMO O MATERIALISMO METODOLÓGICO: La búsqueda de la verdad
exige saber acercarse a la realidad interrogada. Si el método o técnicas elegidos para este
acercamiento, no son adecuados a la naturaleza de esa realidad, la verdad real
quedará oculta al entendimiento. A
veces, obsesionado el científico por la perfección del método en sí mismo, hará
uso de él, aunque ello signifique que desfigurará la realidad... No es la
realidad la que debe adaptarse al método de indagación sobre ella, sino el método
debe ser el adecuado a ella. El mejor de
los microscopios no te sirve para descubrir el temor de alguien, como tampoco
te sirve medir la magnitud del llanto para saber de su pena.
Precisamente, una de las
confusiones más comunes es creer el saber científico se define por el método
que utiliza y no por la perspectiva desde a cual investiga el universo y por la
profundidad de su conocimiento. El
positivismo o materialismo metodológico es ejemplo de esta confusión: Reduce la
realidad y la ciencia sólo al estudio de lo “observable, cuantificable,
experimentable”, porque es lo único que con ese método puede “capturar” o
“dominar” y ello es lo material.
(También es llamado positivismo, pues “possitum”, en latín, significa: hecho o
dato observable).
HISTORICISMO O RELATIVISMO: El científico confunde la realidad –por
lo tanto, la verdad real- con el conocimiento que él tiene de ella o con la
perspectiva desde la cual la mira. Cuando el paciente va al oftalmólogo y el
médico examina sus ojos, si se trata de un buen profesional, estará consciente
de que su mirada estará captando tan sólo un aspecto orgánico y que su
indicación “Usted quedará ciego”, tendrá distinto alcance para esa persona;
dependiendo de su historia personal y familiar, profesional y laboral, edad y
estado integral de salud, situación económica, reciedumbre moral y
religiosa… Saber que estamos observando
un aspecto de la realidad; ya que cada realidad es un todo; evitará que caigamos
en la confusión propia del relativismo que afirma “la verdad depende de cada
cual” o “todo depende del cristal con que se mire”. La verdad real no depende de cada cual,
pertenece a la realidad; distinto es decir que sólo conocemos un aspecto de
ella o que “creíamos” que algo era verdad pero, precisamente la realidad, se
encargó de demostrarnos la “falsedad de nuestro pensamiento”. A esta confusión se le llama historicismo
porque el científico confunde la realidad verdadera con la historia de sus
aciertos y errores que son “relativos” a sus propios límites.
PRAGMATISMO O UTILITARISMO: Prágmata significa “cosa, útil”; el
pragmatista confunde valor con utilidad; pues para él sólo es valioso lo que le
sirve para algo. Tengamos presente que
valor es la real perfección de ser de algo y que nosotros podemos, además,
elevar al rango de valioso ciertas realidades que personalizamos. Así, por ejemplo, el escritorio en que
escribía sus poemas Gabriela Mistral o una blusa que fuera de ella, hoy son “piezas
de un museo nacional. Como tales, no
pueden ser usadas sino sólo contempladas.
En cuanto las personas son tales, no pueden ser consideradas cosas, esto
es, medios que son para obtener algo que es superior al medio. Un lapicero es un medio que sirve para
escribir; lo importante es la finalidad
del medio: escribir. Si el lápiz no
escribe, lo desechamos o vemos que otra utilidad podemos darle pues, por sí
mismo, no lo consideramos. Una persona
puede prestar muchos servicios a una comunidad; sufre una enfermedad que le
impide seguir colaborando; por el contrario, debe ser ella ahora atendida. Con la persona, no podemos tener la misma
mirada que con el lápiz: si no es útil, se la bota. El utilitarista, sin embargo, sólo da valor a lo útil; por ello, no
considera la búsqueda del saber por sí mismo, sino sólo en cuanto reporta
beneficios también útiles.
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